Animando nuestros principales órganos: cerebro y corazón

La primera animación nos muestra, de manera interactiva, las diversas partes de nuestra máquina más compleja, el cerebro. Pero lo más interesante es que podemos estimular el cerebro de la animación con diversos tipos de estímulos: haciendo cosquillas, proporcionando estímulos luminosos, saboreando algún alimento u oliéndolo, escuchando, ideando y hasta amando.

Cuando proporcionamos algunos de esos estímulos, la animación nos muestra la parte del cerebro implicada en el mismo junto a alguna explicación, a través de «Simulate de Brain«; aunque está en inglés, las activaciones las realizamos de manera visual lo que nos hace no tener que echar mano del diccionario:

cerebro

En la segunda animación podemos jugar con el corazón, parándolo a nuestro antojo sin temor a cargarnos a nadie, para comprender el papel de sus cavidades, válvulas, flujo sanguíneo, etc. Además, podemos ir un poco más allá intentando justificar las diferentes presiones que se producen y el sonido típico de nuestros vitales latidos:

corazon

La verdad es que con este tipo de recursos enseñar y, sobre todo, APRENDER se convierte en algo cuando menos, «diferente». En cualquier caso, el verdadero potencial del uso de animaciones en clase se despliega cuando el docente pone encima de la mesa, o sobre el monitor, actividades que obliguen al alumno a contrastar datos, analizar resultados, imaginar situaciones, etc. Las animaciones multimedia, por sí mismas, no aportan mucho más que una serie de buenas ilustraciones en soporte celulosa.

En la medida que una animación sea capaz de simular situaciones o realidades, y que los docentes consigamos sumergir a nuestros alumnos en esas realidades simuladas, podremos pensar que la tecnología multimedia está aportando un verdadero valor añadido al acto educativo.

Deja un comentario