Miroslav Tichý: la construcción de un genio

A veces me he preguntado por las causas que llevan a la construcción de una persona que destaque de forma muy significativa en algo. Imagino que en la mayoría de los casos tendremos que contar principalmente con factores genéticos, aunque no debemos descartar otros de tipo educativo, coyuntural e, incluso, relacionados con oportunismos de tipo social, histórico o mediático.

Si además, la sociedad descubre de forma tardía a alguien muy relevante, que se ha construido en soledad a sí mismo, sin demasiadas influencias externas y ninguna de tipo mediático, entonces la admiración que somos capaces de desplegar por ese alguien lo eleva inmediatamente a la categoría de genio.

Por ejemplo, Dalí es un genio de corte bastante mediático, pues se construyó con un contacto permanente con elementos que hacían que su obra fuera inmediatamente conocida y, lo que es más importante, valorada. Sin embargo, un personaje como Van gogh, construido entre desórdenes mentales, criado junto a la tumba de un hermano muerto antes de nacer y que llevaba su nombre, y repudiado por la mayoría de las mujeres, despierta en nosotros un punto de admiración mayor al que puediera desencadenarse de la valía su obra.

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Miroslav Tichý es un checo octogenario, que en la década de los cuarenta decidió pelear por mantener su propia libertad enfrentándose a la sociedad comunista en la que vivía, y pasó a convertirse en una especie de ermitaño, perseguido, obligado a abandonar incluso su pasión por la pintura, ingresado en psiquiátricos y cárceles, hasta que en los sesenta se instaló de forma marginal en su pueblo natal Kyjov. Como allí se le seguía prohibiendo la práctica de la pintura, se centró en desarrollar una más que rudimentaria afición por la fotografía.

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Construía sus propias cámaras fotográficas con desechos como cartones, latas de comida usadas, etc. y transformó su pasión por la pintura en una casi obsesiva necesidad de capturar el concepto de mujer, desde su entorno más cercano durante más de treinta años.

Tichý sigue viviendo en las mismas condiciones que hace 40 años, pero la salida a la luz de su obra, de la mano de Roman Buxbaum, le ha atribuido esa categoría de genio que comentaba al principio y ha llevado su obra por medio mundo cotizándose sus fotografías en cantidades que rondan los 8000 euros y que no van a cambiar ya al octogenario.

Por ejemplo, en este momento, gracias a Boing Boing, me entero que la Micheal Hoppen Gallery de London tiene una exposición dedicada a Tichý.

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He admirado siempre a las personas que aprecian de forma, incluso excesiva, determinados aspectos del mundo que les rodea, por minúsculos que puedan parecernos al resto. Puede parecer una escapatoria psicológica a otro tipo de carencias, pero ese gasto energético persiguiendo algún tipo de belleza por pequeña que sea, me parece que es una buena herramienta para vivir más libremente, y poder escapar de los otros cánones de belleza o modelos sociales que intentan imponernos día a día.

1 comentario en «Miroslav Tichý: la construcción de un genio»

  1. Anibal

    En el caso que comentas del fotografo Miroslav el azar ha jugado un papel digno de marcarse, sin embargo hay algo extraordinario en el caso del Tarzan retirado que en lo particular me alienta, que es su inquebrantable decisión de crear. Violentamente alejado de la pintura tomó la luz y construyo sus herramientas. Ya con su vocación renovada ha podido hacer un grande y bello himno a la presencia de la mujer. Una mujer de carne y hueso, compañera y ser deseado, amado. Como se aleja de los discursos de cientos de fotógrafos en don de tratan a las mujeres como a sillones.
    Miroslav es, sera con el paso del tiempo uno de los pocos que en estos tiempos ve a la mujer como una igual y amada.
    Ademas, claro esta que sus imágenes son en todo caso inocentemente premeditadas y colmadas de pasión por ver.

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