Mejora y sensaciones primarias

El paso de los años es inversamente proporcional a la complejidad de las claves que considero esenciales para que vayan mejor las cosas, en educación y otros ámbitos. El cambio de era ha superado la era de cambios que vivíamos y cuanto más complejas nos parezcan las soluciones a determinados problemas, es cuando más tenemos que tirar de estrategias primarias, sobre todo por el consenso y aceptación que de los agentes implicados podemos conseguir:

  1. El trabajo en equipo no es genético, resulta muy incómodo en la mayoría de los contextos; en nuestra cultura, o el beneficio neto que obtenemos del mismo es claramente positivo o toca dinamitarlo a nivel de cimientos. Un liderazgo intelectualmente sólido es el único medio que tenemos de hacer que funcionen los equipos; en realidad, la capacidad de hacer funcionar equipos es casi la única razón para la existencia del liderazgo y dicho funcionamiento pasa necesariamente por la complementariedad de los elementos que lo componen.
  2. La evaluación es un mecanismo que no debería realizarse exclusivamente en momentos establecidos y dirigirse a elementos externos a nosotros. Es algo que tiene que circular por las arterias de las organizaciones, grupos o profesionales concretos; debe mirarse con naturalidad desde dentro en un continuo del día a día. Hablar de un plan de autoevaluación y mejora suena a una buena colección de formularios inservibles, pero alternativamente podemos reflexionar sobre los puntos más débiles que nos abruman, identificar alguna de las razones que los provocan, prototipar soluciones sostenibles inmediatas, cerrar círculos con nuestras fortalezas, rediseñar…
  3. La palabra innovación asusta, hay que cuidar el uso del término. Bajo su paraguas se suelen desprestigiar injustamente prácticas que tienen muchos elementos positivos que por algo han pervivido décadas. La innovación nunca debería denostar el trabajo de la gente ni promover cambios sin más; se trata de un término con sólo dos patas: cambio y mejora; es una silla a la que habitualmente le cortamos la segunda pata y con la primera no se sostiene. Sí, disponer de equilibrio en realidad cuesta 4 patas y no sólo dos; añádele entonces las dos vistas anteriormente: equipo y autoevaluación.

¿Fácil verdad?

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