Está demostrado que las emociones intervienen significativamente en el aprendizaje de las personas; no sé si hacían falta estudios para probar esto, es obvio.
Desde hace tiempo se están llevando a cabo iniciativas de autoaprendizaje y control de las emociones en los centros educativos. Experiencias que están desencadenando hasta «asignaturas» que tienen por objetivo estas cuestiones con los niños.
Lo siento, de verdad, pero tengo serias dudas cuando se intentan generalizar procedimientos relacionados con las emociones de los niños. Me asaltan muchas preguntas:
- ¿Todo lo que tiene que ser aprendido en la vida debe ser enseñado?
- ¿No se corre el grave peligro de que las propias emociones e ideas de los docentes caigan indebidamente sobre los alumnos en estos procesos?
- ¿Es realmente positivo que un niño tenga que pararse a pensar en sus emociones y clasificarlas, para cambiar pautas de comportamiento?
- ¿No es suficiente que reflexione sobre sus comportamientos cuando sea necesario?
- ¿Es posible que con esto despertemos en ellos fantasmas inexistentes en algunos casos?
- ¿Las emociones y su «gestión» no requieren de toda una amplia realidad social más allá del aula?
- ¿Existe con esto el peligro de querer infundar la búsqueda de la felicidad más que a superar las dificultades?
- ¿No es necesaria una amplia formación, más allá de la permanente, para llevar a cabo procesos de este tipo?
Es posible que existan respuestas a estas preguntas, pero quizás no sirvan opiniones ni estudios concretos en contextos muy específicos.